jueves, 22 de enero de 2009

jueves

como todos los días de oficina reviso que todo este en orden. el ordenador apagado, hace ya tiempo que le dejo descansar por las mañanas, ha descargado mucho ya y se merece un respiro. la ventana abierta y la persiana un poco subida, para que el aire entre en la pequeña cueva y renueve los vapores de los sueños dormidos. las luces apagadas, para no derrochar una energía que otros derrocharán.

en el lado izquierdo del abrigo guardo mi disco duro, portador de mis conocimientos, de mi hacer, de mi oficio, guarda de recuerdos, de memorias, de aventuras. y un poco más abajo el móvil, cuya función, aunque sencilla, es importante, pues permite a propios y extraños encontrarme entre las seis mil setecientas cincuenta y cinco millones cuatrocientas cincuenta y dos mil doscientas treintaidos (1) almas que habitan el planeta que nos ha tocado vivir.

a la derecha la cartera, con documentos que me identifican, y, aunque consciente de mi existencia por voluntad propia, me indican que estoy vivo para nuestra sociedad y que me permiten acceder a los servicios que con mis impuestos he pagado. también están representados mis haberes monetarios, papel, metal y plástico, que si bien no son mucho me permiten disfrutar de cuando en cuando, unas veces mucho y otras un poco menos.

el bolsillo inferior derecho queda reservado para el llavero, del cual cuelgan las llaves que me permiten acceder a mi morada en este pequeño terruño, que desafiante emerge como minúsculo punto en el vasto océano.

el clack del interruptor precede a la instantánea penumbra que envuelve con halo de misterio la pequeña estancia. sombras burlonas se despiden de mi, sabiendo que harán falta como unas ocho horas hasta que pueda volver al abrigo de este prestado hogar. cierro la blindada puerta y doy dos vueltas a la llave mientras la mañana me saluda con un escalofrío, son días frescos estos, extraño para el lugar en el que me encuentro.

observo el solitario patio de luces mientras me aproximo a los ascensores. los niños ya no juegan abajo, la desidia y avaricia de unos ha hecho de esta construcción un peligro constante de desprendimiento, ya nadie juega abajo.

salgo del limpio ascensor para acceder al limpio portal del edificio. el portero hace bien su trabajo, todo esta limpio, huele bien, a veces es lo único limpio que veo en el día, y se agradece. la tranquilidad y el silencio comienzan a desvanecerse según me acerco a la última puerta que me separa de la realidad.

la ciudad despierta, se despereza y estira. los coches van y vienen, con personas pensando en sus cosas, quizá haciendo planes para la tarde, quizá deseando que el día termine, quizá queriendo llegar a casa para descansar, van y vienen. los niños esperan la guagua que los llevara al colegio, unos acompañados de sus padres, otros de sus compañeros, los menos en solitario inmersos en su imaginario mundo donde nada ni nadie los molesta.

hoy los semáforos están de buen humor. me regalan su verde sonrisa y me permiten alcanzar la acera idónea para llegar hasta el trabajo. camino despacio, he salido cinco minutos antes de lo normal, quería disfrutar un poco de lo que la mañana tenga para mi.

miro hacia arriba, la gente no lo hace. y nos perdemos muchas cosas. hay balcones adornados, hay estatuas de nubes, hay soles y lunas. la gente mira al suelo, y nuestro entorno tiene mas que al plano en el que andamos. miro hacia arriba y una luna casi desvanecida me saluda con su sonrisa, al mismo tiempo que se despide de mi. me dice que no puede quedarse, el sol ya asoma a mi izquierda, y no puede dejarse atrapar. me sonrío, siempre jugando al ratón y al gato, siempre jugando.

después de unos cuantos meses haciendo el mismo camino ya no tengo que pensar en él. el itinerario esta ya grabado y mis pies se mueven sin que tenga necesidad alguna de concentrarme en ellos, pienso "al trabajo" enciendo el piloto automático y me dejo llevar. aprovecho la travesía para navegar entre mis pensamientos mientras me cruzo con las personas en la calle, me muevo cuando ellos se mueven, me paro cuando ellos se paran, así evito mirar los rojos, naranjas y verdes, para que no me distraigan con su brillante color.

llego a mi destino con la habitual puntualidad que me caracteriza. se que no hay problema si llego un poco más tarde, pero no es un habito que me guste. de hecho uno de mis cometidos es estar presente por si alguien necesita de mi, y no me cuesta ningún trabajo ser puntual, siempre lo he sido, es como respirar, no tengo que concentrarme ni pensar en ello.

hoy mi compañero ya estaba en el despacho. son pocos los días que el llega antes que yo, y como había aventurado, se había caído de la cama. no es normal, pero ocurre de vez en cuando. hemos comenzado a charlar, la típica conversación matutina de buenos días. no se porque, pero hoy me ha apetecido sentarme en su mesa frente a el. nada trascendental, no resolveríamos ningún problema mundial, ni nada de nuestras vidas, pero he disfrutado tranquilamente de los pocos minutos que ha durado nuestra charla.

tras de eso el ritual de inicio de la mañana. enciendo el ordenador, cojo el móvil y la botella vacía de agua y me dirijo a la fuente. esta situada en una zona de recreo para los empleados, dando acceso también a los servicios. es una de estas fuentes con garrafas de veintiún litros, hoy todavía quedaba agua. a veces ocurre que me la encuentro vacía, me molesta un poco, porque el que la ha vaciado no se ha preocupado de reponerla, así que nada, me pongo manos a la obra y la cambio. tampoco pasa nada, se que la garrafa es pesada y hay personas que no pueden con el peso, o que no quieren mancharse el traje.

de vuelta en mi mesa pincho el disco duro y me dispongo a comenzar con la tarea. la lista de cosas pendientes es tan larga que a veces no se cual hacer. mientras la maquina virtual se inicia me decido por donde continuar, a la par que arranco los programas de mensajería que me permiten estar en contacto con los míos de forma instantánea. a veces pienso que es como magia, miles de kilómetros entre unos y otros, y los mensajes llegan casi al instante, en menos de un segundo.

a media mañana salgo a desayunar con otro compañero. es costumbre desde que llegué aquí, busqué a alguien que saliese a mi misma hora, y mientras no sea que él o yo estemos de vacaciones, salimos juntos a tomar el piscolabis. en casa solo tomo un café al levantarme, con lo que pronto se despierta el hambre. podría esperar a la hora de comer, pero es mucho tiempo sin tomar nada. el día que se me pasa el desayuno por alguna razón, me mareo un poco y la cabeza me molesta hasta que puedo comer algo.

al salir a la calle de camino al café de siempre, el sol nos ha saludado con lo mejor de sus rayos. y he vuelto a sonreír al sentir ese calor en mi rostro, la vuelta al trabajo después de comer algo se antojaba muy agradable. y no me equivocaba. tras devorar ávidamente las viandas traídas por el camarero, hemos salido sin demora a disfrutar de la caricia de un sol, que tan esquivo ha sido estos últimos días.

hemos salido un poco más pronto de lo habitual, así que el sol no estaba situado adecuadamente para que sus rayos incidiesen sobre nosotros. no nos ha importado, ya que al percatarnos de tal hecho nos hemos dispuesto a cruzar la calle otra vez, son un par de minutos que nos gusta disfrutar y el trabajo seguirá en el mismo sitio esperándonos. cuan sencillo es tomarse un minuto de respiro saludando al sol, y cuan gratificante resulta.

de vuelta al trabajo. ya solo quedan cuatro horas para volver a casa. me tomo un momento para curiosear en internet, aquí y allá, respiro, y vuelvo a la tarea.  esperando que hoy las nubes no jueguen al escondite con el sol y le dejen un rato asomarse para poder volver a disfrutarlo esta tarde.

poco a poco los minutos van pasando, ya queda poco para salir y disfrutar de la tarde. el fin de semana se observa ya próximo y eso da ánimos para continuar con la tarea, que aun siendo aburrida, es necesaria.

el sol me da las buenas tardes mientras camino de vuelta a casa. hoy no se que voy a comer, de martes a viernes es una sorpresa. acostumbro a comprar algo de comida casera en una tienda justo al lado de casa. podría parecer caro pero si haces las cuentas y miras el tiempo que ahorras, ves que sale económico, además, cocinar para uno no tiene el mayor aliciente.

hoy tenemos garbanzos guisados. entro en casa, me cambio y me pongo ropa cómoda, ahora toca disfrutar de mi pequeño espacio. caliento la comida y me preparo la mesa, nada especial, una cerveza para beber y una ensalada de fruta para postre. mientras cómo, pienso si voy a salir o si voy a quedarme a descansar en casa.

cuando termino de comer recojo un poco y noto como el sopor se adueña de mis extremidades, hoy necesito descansar, dejaremos el paseo para otro día. enciendo el incienso y pongo música para relajar mi cuerpo y mis pensamientos. me recuesto en el sofá y me abandono, respirando profundamente hasta que todo se desvanece y me sumerjo en reparador sueño de manos de Morfeo.

despierto y la noche en el exterior va ganando terreno. ya no es tiempo de paseo, así que recojo la casa un poco haciendo tiempo hasta la hora de la cena. me siento delante del ordenador y escribo, ya queda poco para el final del día.

quizá cene viendo un poco la televisión o charlando con alguien desde el ordenador, ya veremos que sale. lo que supongo sí ocurrirá es que me acostaré a eso de las once, tal como es habitual en los días víspera de trabajo. mañana es viernes, se presenta ante mi todo un fin de semana para disfrutar.
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4 comentarios:

jaimecuesta dijo...

Al fin sabemos a lo que te dedicas. Un abrazo y a ver si nos vemos o por lo menos hablamos

Loli dijo...

Muchas gracias, Zaho. Acabas de conseguir que, por cinco minutos, haya sonreído y hasta se me haya olvidado que fuera de mi casa estamos a 40º y 96% de humedad...

Besos desde Down Under.

afri dijo...

Liloo,se que este no es el modo más adecuado para decirte,¿que tal estais?besos y abrazos desde Guadalajara,cuidaros

Loli dijo...

Estamos muy bien, Afri. Gracias por el interés ;)